Inicua
la mascarada
del espíritu vulnerable
detestable en los ojos enrojecidos
Inicua
la venganza
del cuerpo en el púlpito
con la piel a punto contradicho
Vacua
la comedia
en la comisura
de tus labios
Vacua
tu mano miserable
hondonando
bajo mi falda
Pretenciosa la sal
Silenciado el chillido
salvo por lo literal
de su sonido
Y peligroso
el mundo decreciente
a nuestros pies
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