Pensé enviar un ramo de flores
a tu entierro
pero
ha resultado
que la tumba que visito
es mía
y
la miseria que ya no siento
es
la que te dejo
en herencia.
Amigo,
yo estaré muerta
pero,
tú te pudres
vivo
y
debo decir que
las cartas de cuerpo
que escribo
me las llevo
tachadas.
Lo siento
por tu consuelo
y
lo siento
por lo que
nunca
ya
podrás.
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