Recordaré el fénix de fuego
que adorna imperial
este atardecer del día
que resulta
ser
ser
un incipiente funeral,
pues
lo siguiente que haga
será
dar a mi vida
el honesto valor
de las cenizas.
Recordaré entonces,
la Luna devota y nupcial
pasear el cielo
con el deje febril
de las muchachas
que danzan
leves
y apenadas;
y querré recordar entonces,
que bailé con ella
antaño
dando vueltas sobre mí,
con el rostro y las venas
ofrecidas
a su extraña luz
a su extraña luz
de latina vestal.
Me preguntaré
dolorosa,
dolorosa,
dónde quedaron
los mandalas
sobre la noche y la arena,
y le preguntaré
por las huellas
que los pies dejan
en la propia piel.
¿Por qué aún quemas?
.
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