bajo el agua
presa.
La ducha traduce un viejo confesionario,
río y llorando bautismos diarios;
que sus claustros sudan penas, bramidos
de aquellos caracteres indómitos.
Que me apoyo en esas paredes mártires
y chillo.
Que me apoyo,
miento
y me ahogo.
No siendo un río de agua sagrada, sino
un flujo hundido,
la mueca del alma se torna
de color pesado y podrido.
Y sufro con ellas.
Limítate a la muerte
rocían sus entrañas.
Y miradas que son heridas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario