jueves, 24 de julio de 2014

Ojalá fuera un búfalo el que me embistiera el sentimiento. Pero no, el consuelo tiene más de arácnido.
Parte de los flashes indican lo que todos sabemos: podríamos pero no podemos, querríamos querer, pero no queremos; más soporte al ideal que flota ridículo en el cielo, que abono a las pobrecitas raíces, que son honestas y nobles.
El desconsuelo que me provoco jamás podrá superarlo el recuerdo: uno que besó, otro que respiró u otro que poseyó las manos incandescentes del ser prioritario.
Nunca, jamás será esto una confesión fruto del desengaño. Es una promesa, servida en bandeja de plata, junto a las cabezas de mis enemigos y mis más queridos amigos. Yo seré la última y causa.
Pido perdón a mis amantes, a mis sueños, a aquello que es hermoso y a los atardeceres que destilan un azul que será el fin de todo.
Todos los caminos son extraños, pero quizá el más estúpido y probablemente el más triste, sea el contrario.