domingo, 7 de diciembre de 2014

Se sienta en el escueto banquillo de la cocina. Puede ser que tuviera alguna espinilla en la frente.
 - Uhm...
 - ¿Qué?
 - He ahogado un gato.
 - ¿Eh?
 - Sí, de la camada de la romana tetuda.
 - ¿De Harry?
 - Sí, vaya gata fea.
 - Te has pasado.
 - Uno menos. Era horrendo. Chillaba como una rata.
 - Irónico.
 - ¿No me vas a decir nada?
 - Nada.
 - Joder, encima que lo he hecho por ti; y no me dices nada.
 - Nada.
Se recoge el pelo en un moño. La espinilla es aún más visible.
 - ¿Crees que Harry se dará cuenta?
 - Puede.
Hay un vaso de agua. Lo coge.
 - Mira.
Lo derrama sobre el moño.
 - Así se ha quedado.
 - ¿Nos vamos a dormir?
 - Vale.
Durmieron más o menos bien, cada cual con sus sueños. Cada cual con sus propios sueños.
A la mañana siguiente, la de la espinilla no estaba.  En la almohada, había un agujero negro y húmedo.
"El moño" recordó.
"¿Habrá caído dentro?"

Igual daba.

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