miércoles, 15 de agosto de 2012


Soñé que no podía abrir los ojos mientras me perseguían. No recuerdo sus caras, ni sus voces, ni sus alientos. Era como ser un animal ciego en la trinchera. Deshumanizado y solo.
¿Siente esto el perdido?  Pero no el perdido en una ciudad, o en un bosque siseante, o entre las sábanas; sino el perdido; que mira al suelo desesperanzado, que tiene pozos por ojos y  no sabe esbozar sonrisas. Ese animal destrozado por/de existir.
Debe ser triste vivir así, entre la niebla. Compartiendo tu vida con caras de nombres transparentes (y que ansias de no cobren matiz).

Ese tipo de perdidos me refiero, pozos sin fondo.

Quise abrir los ojos, pero ese mismo intento era el sueño, y cuando los abrí me pareció volver a estar soñando. Extraño, irónicamente emotivo, pero por un  instante me sentí animal atrincherado y triste.
Ahora. Ahora  temo conciliar el sueño, que me asusta y me inquieta, como un remordimiento. No nacemos para la opresión, ni siquiera los animales nacen para la tristeza.
Ahora. Ahora temo conciliar el sueño, y eso me entristece.
No nacemos para tener miedo.




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