sábado, 1 de marzo de 2014

Siéntate
y saluda al cielo,
con el respeto
profundo
con el que se
mata
a una madre.

El ábside tiembla
con las voces
que circulan,

tiembla
la cuna del hombre
inversa
al orden de los cuerpos
con la vesania
de los titanes
en plena cópula.

Arrodíllate,
ante tu madre que te acuna
y ámala,
quiérela
y hazle que tema,
los vestigios
que degradan
su consagración
con la fuerza
envilecida de devoción
de tus rodillas.

Salúdala, hijo y respétala.
Mátala,
entiérrala
y sé bautismo.

Y nace.




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