viernes, 25 de octubre de 2013

Mea colpa

No me mires así,
como esos, aquellos perros que miran
salpicados de tierra tierna,
mojada
los quejidos parnasianos
de una presa
horizontal.

No me mires así,
Canino
que tú no juegas con ella
como lo hacen crueles los felinos,
tú pides perdón
por una culpa
donde no existe cazador.

Créeme.

La dermis no se vuelve blanca,
la boca no se vuelve roja,
las montañas no se mueven.
La misa no es sagrada,
ni tus palabras
son altar.

No es culpa mía
que creas que me acerco a tu oreja
por ardor o lascivia
cuando, ya sabes,
es más bien cosa de melancolía
e insidia.

Y

¿Qué le hago yo,
si soy la de las manos frías?
No me mires así,
Canino.

No es culpa mía
si crees o piensas que
soy tristeza desvalida.

O una señal inversa.

No, Canino,
créeme
no es culpa mía.





No hay comentarios:

Publicar un comentario